Construcción

En la construcción del castillo de Cadrete se emplearon dos técnicas constructivas distintas dentro de las cuales existen algunas variantes que hay que diferenciar. La técnica principal fue la del encofrado, que se basa en la técnica del tapial también usada en algunos muros de la fortaleza.

La primera técnica constructiva que puede verse en el castillo de Cadrete, aunque parece que no es la más antigua en esta construcción ni la más utilizada, es la del tapial reforzado con yeso. Se trata de una variante del tapial de tierra prensada cuya fabricación consistía en construir un cajón de madera sin fondo ni tapa que se armaba y aseguraba en la parte inferior con unos travesaños, llamados agujas, y con unos tirantes en la parte superior. Una vez asentado el molde sobre el terreno o sobre otro tapial se rellenaba con tierra humedecida que se prensaba hasta formar un bloque compacto. Mediante la sucesión o superposición de estos bloques o tapiales se confeccionaba el muro que posteriormente era enlucido para proteger el material de la erosión. La variante del castillo de Cadrete consistía en añadir argamasa de yeso en los rincones y la base del molde para que el bloque resultante tuviera mayor fuerza en sus puntos más débiles. La superficie donde afloraba la tierra parece que con el tiempo fue también enlucida con un yeso más grisáceo. Aunque la técnica del tapial se caracteriza por utilizar un molde normalizado o de similares proporciones para confeccionar los muros parece que en el caso que nos ocupa cada molde tenía medidas muy dispares que iban desde los  80 cm hasta los 250 cm de longitud. Con esta técnica se confeccionaron los muros exteriores del pabellón de entrada y del cuerpo frontal de saeteras del recinto superior, y los muros exteriores del cuerpo frontal de saeteras del recinto inferior.

Esquema de la técnica de tapiales de tierra con refuerzos de yeso
La técnica del encofrado precisaba también de un molde o encofrado construido con dos tablones o tablas alargadas colocadas en paralelo formando un espacio cúbico que se aseguraba mediante puntales externos o agujas internas. Una vez terminado el molde, se rellenaba con argamasa y piedras y se esperaba a que fraguara. Entonces, se desmontaba el molde o encofrado y se recomponía en la vertical o en la horizontal para continuar la altura o la longitud del muro. En el castillo de Cadrete, ésta fue la técnica usada en la mayoría de los muros aunque encontramos dos variantes de esta técnica que podrían significar distintos momentos o funciones que hay que diferenciar.

La primera variante se encuentra en los encofrados de la torre. Los moldes no fueron cajones individuales sino que seguramente se fabricó un molde unitario para las cuatro paredes de la torre. Los tableros del molde empleados en las caras interiores de esta torre tenían una altura de 90 cm por una longitud de 265 cm. Todos ellos presentaban dos filas de grandes clavos de cabeza semiesférica de 4 ó 5 cm de diámetro cuya impronta quedó en la cara interna de los muros y también quedó el bajo relieve de una rejilla circular con motivos geométricos cuya tipología es muy similar a la de un adorno de puerta encontrado en el despoblado musulmán de Vascos (Toledo) de época califal. La posición de los clavos y la existencia de un adorno de puerta nos indican que los tableros utilizados para confeccionar los muros de la torre pudieron ser hojas de puertas. En la base de cada molde se colocaron tres tablillas equidistantes de apenas 2 por 7 cm a modo de agujas de encofrar que quedaron incrustadas en la argamasa. El relleno de estos moldes, que alcanzaba los 80 cm de espesor, era de piedras de yeso sin trabajar y argamasa con restos de tizones de su cocción. Para el forrado de la torre primitiva debió emplearse la misma técnica de un molde unitario en las tres primeras plantas pero en este caso las agujas del encofrado no son visibles y el grosor que alcanza (120 cm) nos hace pensar que pudo haber otra forma de sujeción de mayor resistencia. En el forrado de la cuarta planta de la torre se utilizaron dos técnicas, la ya descrita para las plantas inferiores y la técnica de encofrados con agujas con cobijas de teja que veremos a continuación. Se desconoce si esta combinación de técnicas es fruto de una reforma posterior o si la construcción se diseñó así.

Esquema de la técnica de construcción con encofrados de 90 cm de altura
La segunda variante de la técnica del encofrado presenta dos aspectos que la diferencian del resto. Se trata de muros realizados mediante moldes de tablones de 60 cm de altura que tuvieron agujas o tirantes internos para su sujeción y cuyo material de relleno era muy variado y generalmente sin ningún orden. Las agujas que se colocaban transversalmente en la base del molde se protegían con tejas antes del rellenado para luego poder extraerse con mayor facilidad y poder reutilizarse. El resultado final era un muro de unos 70 cm de espesor lleno de orificios formados por tejas que en la mayoría de los casos no fueron tapados. El segundo aspecto diferenciador, el de los materiales empleados en el relleno, indica que estos muros fueron confeccionados con restos de otras construcciones de ladrillo o argamasa de yeso y trabados con un mortero más fluido. La construcción debió ser precipitada por el desorden de los materiales aunque su durabilidad, hasta que la erosión hacía aflorar sus materiales, era considerable. Con esta técnica se construyeron todos los muros del recinto superior que no se levantaron con las otras dos técnicas anteriores y es por tanto la técnica más utilizada.
Esquema de la técnica de encofrados con
cobijas de teja para las agujas (60 cm de altura)
Mención a parte merece un elemento no constructivo sino decorativo del interior de la tercera planta de la torre que plantea una técnica constructiva a tener en cuenta. Se trata de un marco de lacerías realizadas en listones de yeso de gran belleza y singularidad. Para la colocación de este marco, primero se realizó un pautado esgrafiado sobre el enlucido de yeso de la pared y se practicaron pequeños desconchones en forma de cruz en la superficie donde se iba a adherir el marco. Para confeccionar dicho marco se moldearon unos listones rectangulares en yeso de unos 7 cm de ancho por 3 cm de alto y se colocaron por su parte más ancha sobre el pautado adaptándolos a la irregularidad de las paredes. Posteriormente, con una tablilla o utensilio plano y cuando el yeso todavía estaba fresco, se grabaron los contornos de las volutas y los nudos que formarían las lacerías.