Descripción

Emplazamiento, distribución topográfica y acceso

El castillo de Cadrete se encuentra a unos 380 m sobre el nivel del mar y a unos 80 m sobre la llanura del valle del Huerva. La erosión de dos barranqueras por los lados E y O, que confluyen al llegar al nivel del río, convierten el cabezo en un apéndice de la sierra, rodeado por sus ¾ partes de acantilados de 70 m de altura, aunque relativamente accesible por el lado S. Su eje mayor de unos 200 m es perpendicular al de la sierra que por la espalda le supera y camufla. La formación geológica del cabezo es como la de toda la sierra y montes del bajo Huerva. Nos encontramos formaciones de yeso muy erosionadas que no ofrecen grandes picos y sí suaves lomas compuestas por plataformas de yeso superpuestas.

Vista del castillo desde el río Huerva (Este)

Espacialmente, el recinto castrense se sitúa longitudinalmente sobre el cabezo con eje SE – NO, o lo que es lo mismo perpendicular al curso del río. En la zona SE se encuentra una formación rocosa que destaca sobre el resto, y en su mitad NO es donde se asentó el primer recinto o recinto superior del castillo. La plataforma de yeso fue recortada verticalmente para adaptarla a la planta del recinto y las dimensiones máximas aproximadas del mismo son: 45 m de largo por 20 m de ancho. Por otro lado, en esta construcción, perfectamente aislada del resto, es donde aparecen las partes principales del castillo: la torre, el patio de armas, la cisterna cilíndrica y la entrada en un muro perpendicular. Parece pues que este emplazamiento debería ser el primitivo. Detrás del recinto, justo debajo del muro que rodea la torre, continuaba la plataforma rocosa y se practicó un foso de unos 4 m de profundidad por 12 m de anchura excavado en la roca virgen. Al otro lado de este foso, para estorbar todavía más al agresor se levantó un enorme montículo de tierra de aspecto piramidal formándose tras él un segundo foso natural. A un nivel inferior, y continuando con el recinto anterior hacia el N, se pueden seguir a ras de suelo los muros de otro recinto, mucho más amplio que el anterior y aparentemente diáfano, que termina en una barrera de saeteras a tan solo unos metros del caserío. Sus medidas aproximadas son 75 m de largo por 45 m de ancho.

El acceso actual al castillo se realiza a través de una rampa que bordea el cabezo y comienza en el barranco del lado O, donde terminan las casas del pueblo, sube por el acantilado N y continua por el situado al E. Este camino se abrió a mediados de los ´70 para construir un depósito de agua y destruyó un sendero en zig-zag, fotografiado en los años 60, que seguramente se acercaba más al trazado del acceso original.

En el plano táctico y estratégico, la utilidad del castillo de Cadrete estaría condicionada por alguna torre óptica que completara la defensa de su flanco E. A su vez, si su función no era sólo la de proteger el pueblo de Cadrete, debería existir un sistema de atalayas que lo enlazaran visualmente con las fortalezas cercanas y con la ciudad de Zaragoza, ya que carecía de contacto óptico con todos estos lugares.


Vista del castillo desde el norte

Actualmente sólo se conocen dos atalayas que pudieran informar al castillo de Cadrete, ambas en la vertiente izquierda del valle. La primera es la que controlaría la ciudad de Zaragoza y está embutida en la actual ermita de Santa Bárbara y la segunda es la torre de Don Artal (Muel) que vigilaría la entrada del camino de Daroca al valle del Huerva, aunque esta última se encuentra bastante alejada de Cadrete. Sobre el sistema defensivo del bajo Huerva en el que se incluía el castillo de Cadrete hablaremos en el último capítulo.

El emplazamiento del castillo de Cadrete sigue los patrones de lo que se suelen denominar fortalezas musulmanas o de espíritu musulmán. Según la mayoría de los investigadores, los musulmanes de al-Andalus solían aprovechar el cobijo de las sierras que delimitaban las márgenes de los valles para construir sus fortalezas. Buscaban cabezos con defensas naturales como barrancos o acantilados y casi nunca elegían los picos más altos. Preferían ubicar los castillos a media altura para que los montes que los rodeaban los camuflaran y no desvelaran su presencia. En el caso de Cadrete todo esto se cumple y se podría afirmar que el espíritu de este castillo es musulmán.

Descripción arquitectónica y artística

Comenzaremos la descripción y reconstrucción ideal del recinto superior por el pabellón de acceso situado en el lado E. Se trata de una construcción de planta trapezoidal, adosada al muro E del patio de armas pero situada a un nivel inferior, compuesta por un edificio de dos plantas y un cuerpo de saeteras paralelo a la altura de la segunda planta. La puerta de acceso al recinto se hallaba en el muro S de este pabellón de entrada, o sea perpendicular al muro E del recinto, y quizá en alto. La primera planta estaba soterrada y actualmente se halla totalmente cubierta de escombros.  En la segunda planta se encontraría el acceso al cuerpo de saeteras y a través de un conducto cuadrangular se podrían subir los víveres y enseres al patio de armas, por lo que ésta estancia serviría de distribuidor. El cuerpo de saeteras es amplio y lo dividen varios tabiques por lo que en algún tiempo estuvo cubierto. Las saeteras que se abren en el muro E de este cuerpo son abocinadas y terminan en huecos de forma ligeramente romboidal. Este muro fue confeccionado con varios tapiales de tierra aunque el resto de los muros del pabellón de entrada son de encofrados de argamasa y piedras irregulares. Para reforzar exteriormente el muro del pabellón de entrada se colocó un contrafuerte de piedras irregulares trabadas con yeso con forma de cartabón y planta pentagonal en el ángulo NE. Una vez traspasadas las estancias de la entrada, llegamos al ángulo más cerrado de una sala asimilable a un triángulo rectángulo que sobresale unos metros del muro O del recinto a modo de baluarte. Interiormente, el espacio se estructuraba en dos alturas dispuestas horizontalmente, destacando en la más baja el cuerpo de saeteras frontal, continuación del de la entrada, que también fue cerrado al exterior con tapiales de distintos módulos y en el ángulo más septentrional el arranque del muro del recinto inferior que fue recortado en forma de cartabón para servir de contrafuerte. Este cuerpo de saeteras también estaría cubierto y la disposición de las mismas resultaría absurda cuando existiera el segundo recinto o recinto inferior situado inmediatamente a sus pies. Se conservan restos de dos de estas saeteras, una en el muro N y otra en el muro O, que son similares a las de la barrera lateral. El resto de los tabiques y muros son de argamasa y rellenos desordenados de piedras tejas y yeso fraguado. Ascendiendo pegados al muro O, desde el baluarte del cuerpo frontal, alcanzamos la entrada a un patio central de planta asimilable a ¼ de circunferencia. La entrada tenía un arco, a juzgar por los restos que quedan hoy a sus pies, realizado con lajas de arenisca y de yeso dispuestas a modo de dovelas, pero sólo se puede aventurar que fuera de medio punto. Nada mas traspasar el arco, nos encontraríamos con un tabique, por lo que tendríamos que girar a la izquierda y recorrer un pasillo para entrar al patio de armas. Este recodo se podría interpretar como una defensa para evitar la entrada directa al patio. En el patio de armas hay que destacar la presencia de un grafito realizado sobre un fragmento plano de argamasa que se introdujo en el relleno del muro O. Al desconcharse la pared ha quedado al descubierto un dibujo esquemático que se realizó cuando la argamasa todavía no había fraguado. La datación de este grafito pseudoepigráfico podría aportarnos algún dato más a cerca de los constructores y la fase de construcción de este muro. La técnica con  que se construyó es de encofrados con tejas con una altura entre tablonada y tablonada de 60 cm. De similares características debieron ser los otros dos muros que cerraban el patio de armas y no se han conservado. Sí se ha conservado el cuarto muro que en realidad estaba formado por la roca cortada verticalmente y forrada con argamasa de yeso, piedras, tejas y ladrillos sin ninguna disposición concreta. En alguno de los muros que se conservan seguramente encontraríamos una escalera móvil para acceder a las estancias que rodeaban la torre. Actualmente el acceso se realiza a través de una grieta que parece hecha a propósito en el fondo de lo que pudo ser la cisterna de agua. Ascendiendo por esta obra cilíndrica llegamos a un recinto más o menos rectangular dividido longitudinalmente en tres zonas alargadas con eje mayor NO-SE, y que se asienta sobre una plataforma rocosa totalmente aislada en altura del resto del cabezo. La zona situada más al E estaba a su vez dividida en la cisterna cilíndrica y tres habitaciones más que debieron estar cubiertas. Al parecer, se comunicaban entre sí mediante puertas pero no con la sala central contigua, pues ésta se encontraba a mayor altura. Tan solo la estancia que limitada con el muro del foso tuvo dos alturas y pudo estar al nivel de la entrada a la torre. Todos los muros de estas habitaciones fueron construidos con encofrados de argamasa de yeso con tejas para las agujas y relleno de materiales variados con tablonadas de 60 cm de altura. En la zona O  se conserva una estancia cuadrangular en el ángulo SO, que pudo tener dos pisos, y que en origen tenía en el vértice que caía sobre el foso y el acantilado una especie de pequeño baluarte cuadrangular o posible torre que fue rellenado en época posterior. Los muros exteriores eran de argamasa y piedras irregulares y el relleno del baluarte fue de argamasa con tejas y ladrillos. Esta estancia, a diferencia del lado E, no tenía otra habitación adosada debido seguramente a la irregularidad del terreno, aunque en el ángulo NO sí se construyó otra estancia cuadrangular. En esta estancia destaca la presencia de una saetera prismática formada por ladrillos que mira hacia el patio de armas. Los muros son ya de encofrados de argamasa y tejas.

Por último, la zona central del recinto, que aparentemente fue diáfana, esta delimitada por las estancias del E y del O, y situada más al S se halla elevada sobre la roca natural, una robusta torre. Su planta es cuadrada y sus lados, de unos 6,5 m cada uno, no son paralelos a los del resto del recinto sino que forman un ángulo de 45º. Los muros de la torre presentan diferentes fases de construcción y es muy probable que ésta fuera recrecida y forrada con posterioridad. Así, es fácil observar que existe una torre de tres plantas y un sótano realizada con grandes moldes de argamasa, que conserva restos de los tizones de la cocción del yeso, de unos 90 cm de altura y un espesor de 80 cm con una distribución de tres moldes de altura por habitación. Su cuarta planta era de argamasa y ladrillo, y toda esta torre está forrada exteriormente por un grueso muro de encofrado de argamasa y piedras de yeso de unos 120 cm. La altura total de esta colosal torre debía superar los 12 m. El conjunto resultante era una torre con un sótano, cuatro plantas y una terraza almenada. Todas las plantas a excepción de la última tuvieron techos ligeramente abovedados que se construyeron con argamasa de yeso utilizando tablas de unos 20 cm de ancho para el encofrado. Los suelos que descansaban sobre las bóvedas estaban formados por rollizos de unos 10 ó 15 cm de diámetro que se embutían paralelos y muy juntos en las paredes, a modo de tarima. Así mismo, en uno de los ángulos de cada bóveda, siempre distinto al inferior, había aberturas cuadrangulares para situar las escaleras y poder comunicar todas las plantas. El techo del sótano también sería abovedado pero la dirección de su bóveda era distinta a las del resto de las plantas. El sótano era una habitación cuadrada de unos 2,4 x 2,7 m y su profundidad debió superar los 3 m, aunque actualmente con los escombros es de 2,5 m. Sus paredes estaban revocadas con fino yeso y en una de ellas se conserva un grafito medieval de un perro. En las zonas donde se ha desprendido el revoque de yeso se aprecian las huellas de los tablones claveteados utilizados para el encofrado del muro y la impronta de un adorno de puerta. En el fondo, actualmente formado por escombros y restos de los techos de plantas superiores, se puede intuir la entrada de un pasadizo bajo el muro sobre el que se encuentra la entrada a la torre.

Regresando a la descripción de las habitaciones de la torre del castillo, nos situaremos en la primera planta, cuya superficie interior es unos centímetros mayor que la del sótano y tiene una altura máxima de unos 2,7 m. En ella se encuentra la entrada a la torre que está elevada unos dos metros sobre el nivel exterior, por lo que para alcanzarla se necesitaría algún tipo de escalera. El hueco de la puerta es rectangular y tiene 1,7 m de altura por 1 m de ancho, sobre él se aprecian dos dinteles que evidencian la superposición del muro exterior y en el lateral izquierdo se aprecian los orificios para dos trancas. En ambos dinteles se emplearon rollizos de madera pero en el del muro interior se sustituyó el último rollizo por un tablón como terminación exterior. Seguramente al pudrirse estos maderos provocaron el desprendimiento de la argamasa que los cubría, un fenómeno que también se ha producido en las saeteras de la torre lo que ha dado a todos los vanos una forma de T que no tuvieron en origen. La primera planta no conserva sus paredes lavadas y no sabemos si algún día las tuvo, ya que tan solo la planta tercera y el sótano conservan hoy ese fino lavado de yeso. Este hecho permite ver que también los moldes de estos muros fueron realizados con tableros claveteados, al igual que sucede con la segunda planta. El suelo ha desaparecido totalmente y del techo únicamente quedan los arranques de la bóveda y parte del hueco para colocar la escalera en el ángulo NE.

En la segunda planta nos encontramos los primeros vanos de la torre. Se trata de dos aberturas cuadrangulares en el muro interior, una frente a la otra, que se abocinan en forma de prisma hasta hacerse delgadas y finas saeteras. En el segundo muro o muro exterior tan solo se prolonga la abertura en el muro que mira al foso de detrás de la torre. La otra abertura, que mira a la población, parece que estuvo cegada por el segundo muro, pues en una fotografía de los años 60, cuando se conservaba este muro, no se aprecia ningún hueco a esta altura.

La tercera planta es sin duda la más interesante y la menos accesible, tanto física como visualmente. La bóveda de la segunda planta se encuentra intacta con lo que tan solo se puede ver a través de la abertura practicada para poner la escalera de mano en el ángulo SE. Sin embargo, no es difícil comprobar que sus paredes están finamente lavadas -incluso los huecos de las saeteras- y conservan un friso en relieve que debería impulsar un estudio artístico sobre su factura y cronología. La decoración en cuestión consistía en un marco de lacería con dos volutas que se entrecruzaban y formaban un rectángulo o marco en la parte alta de cada una de las cuatro paredes. Los nudos son de tipo romboidal y en el caso de la pared S queda la huella de una placa cuadrangular que se situaba en el centro del marco. Esta decoración se colocó antes de la construcción del techo abovedado ya que sobre el marco quedan restos de la argamasa sobrante del encofrado de la bóveda. El trabajo final es tosco e irregular pero ofrece un aspecto ornamental insólito en las atalayas aragonesas. Actualmente el desprendimiento de gran parte de este friso presagia un corto futuro para uno de los pocos ejemplos del arte decorativo musulmán en los castillos medievales de la península. Además del friso, la tercera planta de la torre cuenta con dos grandes ventanales cuadrangulares que se abren en el centro de los dos muros que miran hacia el valle y que en el segundo muro se abocinaban hasta acabar en fina saetera. Así aparece al menos en la fotografía antes mencionada de los años 60, cuando se conservaba el segundo muro de una de las saeteras frontales. Estos ventanales seguramente fueron en origen pequeñas saeteras similares a las de los muros S y E que tras la construcción del segundo muro de la torre se agrandaron. En los muros interiores S y E se practicaron tres saeteras más con forma de prisma triangular y con dinteles de rollizos. Se disponían dos en el centro de cada pared y la tercera en el ángulo S. Estas tres saeteras fueron anuladas por el segundo muro o forrado exterior. Por otro lado, aunque el suelo de esta planta se halla actualmente lleno de escombros de la cuarta planta, se puede observar un cubo de argamasa de yeso situado en el ángulo SO donde, además, se rebajó verticalmente el muro interior. Esta extraña estructura podría pertenecer a una chimenea o al rebaje para un ventanal, como ocurre en la torre del homenaje del castillo de Rueda de Jalón (Zaragoza).

Poco se puede decir de la cuarta planta ya que hoy día es la más incompleta. Precisamente por el desprendimiento de sus muros interiores y exteriores se puede comprobar la irregularidad de la construcción y la diferente resolución empleada en el muro S de esta planta. Sus muros interiores eran más delgados que los de las plantas inferiores y fueron realizados en una argamasa más pobre donde predominaba el ladrillo. Debido a esto, el muro ha desaparecido casi totalmente. El muro exterior -de una pieza en las plantas inferiores- se presenta en la cara S formado por dos muros adheridos y las almenas se asientan sobre el más interior. Tanto en este muro como en el E, que también se conserva, no aparece ningún vano pero sí quedan los mechinales donde se apoyaron las vigas de madera que soportaban la terraza almenada. Esta última no ha soportado el paso del tiempo y ha desaparecido totalmente.

Las almenas de la terraza surgen del muro exterior o segundo muro y la disposición de las mismas en cada muro sería: dos más anchas en los extremos y una delgada aunque de igual altura entre ambas. Finalmente las más anchas estarían unidas a las de la pared contigua con lo que resultarían cuatro almenas compuestas formando ángulo y cuatro simples entre ellas. Todas las almenas son rectangulares y están confeccionadas con encofrados de argamasa de yeso y tejas, técnica que contrasta con en la utilizada en el resto de los muros de la torre. Por último, destacar la conservación de este remate almenado que pocas veces ha resistido en otros castillos de tapial o argamasa.

Terminada la descripción del recinto superior, nos quedan por recorrer los arrasados muros del recinto inferior, mucho mayor que el primero aunque aparentemente diáfano. Los materiales de construcción son muy semejantes a los del recinto superior y  predominan los encofrados de argamasa de yeso, piedras irregulares y fragmentos reutilizados, aunque también se emplearon tapiales de tierra. También se usaron cantos de río para una solera cuyos estratos se pueden ver en un cortado dejado al construir un deposito de agua, en la ladera E. Aunque los materiales parecen iguales a los del recinto superior, el inferior presenta menor grosor y resistencia en sus muros por lo que podría corresponder a una etapa distinta. Además, tanto el muro O como el muro E de este recinto parece que fueron rebajados a ras del suelo, convirtiendo así el recinto superior en una construcción exenta.
 
El muro del recinto inferior arrancaba en el vértice O del recinto superior, para bordear la ladera, paralelo al barranco, hasta llegar al acantilado que pone fin a la población. Después, doblaría hacia el N en un ángulo de unos 80º hasta llegar al acantilado. En este tramo, casi descolgado sobre la rampa de acceso, parece que hubo un muro paralelo más avanzado, una estructura de planta cuadrada en el centro, y girando hacia la ladera E varias saeteras abiertas entre tapiales de tierra de idéntica factura que los del muro frontal del recinto superior, aunque en este caso parece que no fueron rellenados con argamasa. En el ángulo N se construyó a mediados de los 70 un depósito de agua para abastecer al pueblo, con lo que se destruyeron los muros y se pierde el rastro del recinto. También se borraron entonces las huellas de un sendero en zig-zag que daba acceso al recinto cerca de la estructura cuadrangular. Los cimientos del muro de cierre continúan serpenteantes por la ladera E hasta desaparecer en las proximidades de la entrada del recinto superior.
 
Dentro de los muros del recinto inferior no se aprecia ninguna habitación o tabique a excepción del citado habitáculo de planta cuadrada –que podría defender la hipotética entrada–  aunque se intuye que pudo haber un pabellón alargado adherido al muro O. El resto del área cercada tan solo presenta un ligero aterrazamiento y un cráter situado en el área central. Esta curiosa depresión circular podría haber sido una balsa para el ganado, lo que apoyaría la hipótesis de que este recinto era una albacara o corral para albergar los rebaños de la zona.